Cuando a la dirección de un Hospital, como el caso del
nuestro, se le inunda la planta sótano del centro en tres ocasiones en menos de
una semana a causa de un mismo e irresuelto atasco tiene a su alcance tres
posibles formas de dar la cara ante la opinión pública. Una primera, que
podríamos calificar como la más honrada, consistiría en reconocer lo sucedido y
pedir disculpas por los posibles errores que desde la Gerencia se hubieran
podido cometer, pero ésta, obviamente, no ha sido la alternativa seleccionada por
nuestra dirección. Una segunda opción, menos éticapero muy apta para salir del
paso, sería la que podríamos calificar de justificadora, que consistiría en valorar
lo sucedido como algo normal en un centro con instalaciones antiguas, con una
plantilla cercana a los 3.000 trabajadores/as y por el que pasan todos los años
miles y miles de pacientes y usuarios, pero tampoco tal opción ha sido esta vez
la seleccionada por nuestros directivos. Y una tercera alternativa es la que
podríamos denominar, para entendernos, del genero literalmente bobo o absurdo,
que consistiría en afirmar que se va a emprender “una investigación de los
atascos ”porque en las tuberías obstruidas se han encontrado productos y
materiales que no deben ser arrojados por esas vías", opción que ha sido
la finalmente elegida por nuestra dirección, como no podía ser de otro modo, a
la luz de su calificación genérica y según se anunció de forma solemne mediante
comunicado expreso.
Una de las áreas afectadas por el atasco |
Los dos requisitos básicos de la coherencia interna de
toda investigación son, en primer lugar, que el objetivo investigado resulte
desconocido (averiguar lo obvio carece de lógica) o que, aun conociéndose la
causa directa de un fenómeno, se constate la inexistencia de relación lógica
entre el efecto producido y su motivo presunto. Y, en segundo lugar como es
obvio, que la propia investigación que se pretende resulte factible,
realizable.
Pues bien, en relación al primero de esos requisitos resulta
evidente que la investigación anunciada por la dirección del hospital carece totalmente
de cualquier de sus dos posibles motivaciones lógicas: no reúne el principio de
“desconocimiento de la causa” porque, tal como el propio comunicado afirma, la
causa del atasco se encuentra “en la acumulación de productos y materiales que
no deben ser arrojados por esas vías”; y tampoco podemos hablar de inexistencia
de relación lógica entre el efecto y su causa porque, de hecho, la inmensa
mayoría de los atascos en el planeta tierra (no sabemos si la dirección tendrá
datos diferentes de otras galaxias) se producen precisamente porque el ser
humano, en general, tira por los desagües todo lo que no debe. Es más, si la
gente tirásemos por los desagües exclusivamente lo que debemos, los atascos
posiblemente no existirían. Pero para concluir algo así no hace falta emprender
ninguna investigación tipo CSI, sino que habría bastado con preguntar tal asunto
a cualquier profesional de la Fontanería. Cuestión distinta, claro está, habría
sido que de la tubería general de 20 cm. de diámetro obstruida estos días en
nuestro centro hubiésemos extraído alguna parte sin identificar de un portaaviones,
una nave interestelar o al mismísimo y omnipresente pequeño Nicolás en persona,
pero todos los que sí estuvimos presentes en las tres operaciones de desatasco
(porque la dirección brilló en todo momento por su ausencia) estamos en
condiciones de afirmar que todas las pequeñas porquerías inidentificables que
se extrajeron del atasco no eran en absoluto diferentes de las que se pueden
extraer de cualquier otro atasco común de cualquier casa de vecinos de
cualquier localidad.
Y en cuanto al segundo requisito de coherencia, la
posibilidad real de ejecutar la investigación, resulta evidente que averiguar
quién o por qué tira por los desagües de un hospital lo que no debe resulta algo
materialmente irrealizable, salvo que nuestra dirección tenga en mente contrastar
los restos de ADN y otras huellas que puedan aislarse en cualquiera de las
porquerías extraídas durante el atasco con los correspondientes a las decenas
de miles de pacientes y trabajadores/as que hayan pasado por nuestro centro en
los últimos 40 años, ya que, debemos recordar, el ramal atascado (una tubería
de uralita de 20 cm. de diámetro, horizontal, de casi 50 metros de recorrido
por la que se expulsan las aguas residuales a la red exterior municipal) es la
que se instaló cuando se reconstruyó este hospital entre los años 1975 y 1977.
Trozos de tubería desmontados tras el atasco |
Si en lugar de proponer la absurda barbaridad de la
investigación, la dirección se hubiera tomado la molestia, no ya de preguntar a
los profesionales de la Fontanería de nuestro centro, sino, al menos, de
intentar pensar con un mínimo de lógica sobre las posibles razones de lo ocurrido,
habría podido concluir que la causa básica de la obstrucción de una tubería de
20 cm. que no se ha limpiado desde que se instaló no es otra que la acumulación
durante años y años de todo tipo de residuos en su interior, evacuados unas
veces de forma correcta y otras incorrectamente (gasas, apósitos, plásticos,
etc.), por los miles y miles de usuarios que nuestro hospital ha tenido desde
que se levantó allá por los años 70. Y, si hubiese estado presente en las tres operaciones
de desatasco desarrolladas por nuestro personal de mantenimiento estos días
atrás (en lugar de hablar sin conocimiento directo de lo ocurrido), habría
podido constatar que una obstrucción completa de años y años de evolución en una
tubería de ese diámetro resulta imposible eliminarla por completo con un simple
y pequeño equipo portátil de agua de alta presión cuya manguera apenas supera 1
cm. de grosor; un recurso mecánico tan básico es obvio que sólo podría abrir en
el atasco pequeñas aberturas provisionales (falsos desatascos) que se volverían
a obstruir de forma irremediable a los pocos días cuando siguieran acumulándose en
el atasco (no eliminado) la suciedad proveniente de los bajantes verticales. Esa,
y no las absurdas alucinaciones que la dirección insinúa con su propuesta de
investigación, es la causa real de la reproducción en tres ocasiones de un
mismo atasco en un mismo lugar, y será el motivo de cualquier otro posible
desbordamiento en los próximos días mientras que la dirección no adopte las
medidas necesarias para eliminar por completo toda la obstrucción o decida
sustituir definitivamente (que ya es hora) la vieja tubería de uralita
(material prohibido desde hace tiempo) por otra nueva instalación más adecuada.
Pero es obvio que razonar así (aparte de obligarles,
al menos momentáneamente, a pensar durante unos minutos) le habría supuesto a
nuestra dirección reconocer una notable
parte de responsabilidad en el atasco del día 11 y otra aún mayor en su repetición
los días 13 y 19 de agosto, una actitud que, como ya es conocido, no suele
figurar jamás entre sus comportamientos habituales.
Llama la atención, finalmente, en el comunicado del
hospital la sorprendente decisión (e incluso vehemencia) con la que nuestra dirección
se apunta a “investigar” los restos de residuos descompuestos, pestilentes y
comunes en cualquier atasco que hayan podido encontrarse en esa tubería de
nuestro centro, cuando con anterioridad (y ahora sí debemos ponernos serios) siempre
se ha opuesto con radicalidad a cualquiera de las múltiples peticiones de
investigación que Autonomía Obrera y C.G.T. le hemos trasladado ante diferentes
episodios asistenciales de notoria gravedad, como fueron, por ejemplo, las constantes
altas precipitadas que se producen para reducir la estancia media o liberar
camas cuando se satura urgencias, el alto índice de reintervenciones en el
Servicio de Cirugía General de nuestro centro, o la muerte de un bebe de pocos
meses en su domicilio tras acudir en cuatro ocasiones al hospital y ser dado de
alta todas ellas. Una sorprendente disparidad de criterio sobre lo que debe
investigarse y lo que no, que deja bien a las claras cual es la lamentable escala
de valores hospitalarios que parece tener nuestra dirección.
Visto todo ello, no podemos sino concluir que, si algo
hay verdaderamente que investigar en nuestro centro, no se trata desde luego de la
causa ya conocida de un atasco, sino, más bien, de cómo es posible que un
conjunto de personas con tan escasísimas luces sean capaces de llegar a los
puestos de dirección de un hospital y, encima, ser capaces de mantenerse en
ellos a lo largo del tiempo a pesar de lo nefasto de su gestión y de iniciativas
tan absurdas como la que anteayer anunciaron.
Gracias por vuestro trabajo. Que aprendan los sindicatos de la casta, esos que venden constantemente a los trabajadores en la mesa sectorial a cambio de prebendas.
ResponderEliminar